La Octava es más graciosa
Beethoven competía con su propia obra. La Octava fue estrenada en Viena en febrero de 1814, y compartió el programa con la Séptima y La Victoria de Wellington. La Octava quedó opacada por las otras dos composiciones que habían sido estrenadas apenas 2 meses antes. El periódico musical más importante de aquel momento, el Allgemeine musikalische Zeitung, de Leipzig, dijo: “Si esta sinfonía se presentara sola en lo sucesivo, no tenemos dudas de su éxito.”
Para entender el contexto de la octava, nos metemos en un momento bastante particular en la vida de Beethoven. Se está quedando solo, ninguna de sus relaciones con mujeres a lo largo de su vida ha progresado. Beethoven le escribe a su amada inmortal: “Mi ángel, mi todo, mi propio ser, solo unas pocas palabras hoy, y eso también con lápiz (con el tuyo), solo hasta mañana mi alojamiento está definitivamente arreglado. Qué abominable pérdida de tiempo en tales cosas: ¿por qué esta profunda pena, donde la necesidad habla?” Y firma “Siempre tuyo. Siempre mía. Siempre nuestro.” pero nada de esto alcanza para que ella deje a su marido y a los lujos de la aristocracia.
La Octava es genial, está llena de energía, y tiene mucho humor. Se suele decir que es el regreso de Beethoven a una forma más clásica, amoldando (en cierta medida) su música a los cánones del clasicismo; y uno piensa “¿de qué me están hablando? lleva 7 sinfonías haciendo todo lo posible por romper todos los esquemas y ¿ahora quiere volver atrás?” Y bueno, es Beethoven.
El comienzo del primer movimiento es una melodía que podría haber sido escrita por Haydn; es una melodía con forma de pregunta, a la que le sigue una respuesta; pero entonces aparece una segunda respuesta. Si Haydn hubiera escrito esto, a la primera melodía inquisitiva le seguiría una respuesta, pero Beethoven agrega una segunda respuesta. Queda un fraseo de 3 partes (pregunta, respuesta, respuesta), bastante incómodo para los amantes del clasicismo.
Sinfonía N8 en Fa mayor, op. 93 (1813)
Ludwig van Beethoven (1770-1827)
El primer movimiento de la Octava está organizado según la forma sonata. Escuchando los dos temas, el primero es enérgico, con una pregunta y dos respuestas. El segundo es un valsecito delicado, y los dos temas confrontan. Hay que escucharlo. El movimiento termina con la pregunta, con poca energía.
Hay un mito con el segundo movimiento: se dice que es una parodia del uso del metrónomo, reciente mente inventado y probado por Beethoven. Más aún, Beethoven se habría inspirado en el segundo movimiento de la sinfonía N101 de Joseph Haydn (maestro de Beethoven) conocida como la “Sinfonía del Reloj”. En el caso de la Octava, sería la orquesta practicando sobre el metrónomo. Otros dicen que es simplemente una representación de un personaje bufonesco. Es música, puede ser todo eso a la vez. Hay un dato interesante: Beethoven había comenzado a bosquejar un Adagio para convertirse en el segundo movimiento, lo usual en las sinfonías clásicas, pero luego abandonó la idea.
Aquí hay un tema que debemos tratar en algún momento: cuando estás creando, y avanzas en una obra, vas cerrando posibilidades, vas quedando atrapado por lo que ya escribiste; entonces ¿qué hacer si esos límites te van llevando a un resultado que no es muy satisfactorio? Se necesita mucho valor para abandonar obras avanzadas que no van a donde uno quiere llevarlas.
El tercer movimiento es un minué, después de haber inventado el Scherzo, ahora volvemos al minué clásico.
La sinfonía termina con un cuarto movimiento lleno de chistes, tonalidades erráticas y silencios repentinos.
Cuando su amigo y alumno Carl Czerny le preguntó por qué creía él que la Séptima era más popular, Beethoven contestó: “porque la Octava es mejor”.