La apoteosis del humor: la Séptima de Beethoven
Ahora sí, sorteado el desvío que tomamos el mes pasado, volvamos al humor en las sinfonías de Beethoven. Llegamos a la Séptima, en la mayor, opus 92, compuesta entre 1811 y 1812, y estrenada en Viena, el 8 de diciembre de 1813, junto con La Victoria de Wellington, en un concierto a beneficio de los heridos de la batalla de Hanau.
¿Qué decir de la Séptima? Voy a empezar por decir que es una de las obras que más recomiendo para empezar a profundizar en el mundo de la música de concierto. Tiene lo mejor de Beethoven, es muy directa y disfrutable por quien la escucha por primera vez, y a la vez, tiene profundidad y detalles que se van descubriendo a lo largo del tiempo.
La Séptima es una gran demostración del poder de la música, de cómo esas abstracciones sonoras pueden afectarnos físicamente. Richard Wagner (1813-1883) llamó a la Sétima “la apoteosis de la danza”, tal vez porque es muy difícil escucharla sin movernos físicamente, pero también hay algo que baila adentro, y no se ve.
La Séptima es cosa seria, una de las grandes obras musicales de la historia. Beethoven ya tiene más de 40 años y muchas obras maestras en su currículo, es un artista maduro, y podríamos pensar que ya no hay espacio para el humor, sin embargo, ¿qué es el humor sino la sorpresa, aquello que aparece de forma imprevista en el lugar menos esperado? Y ¿qué sería de Beethoven si siguiera las reglas?
Algunas particularidades
La Séptima comienza muy ambigua, con una pequeña introducción oscura, luego aparecen una serie de escalas que no entendemos muy bien a dónde nos llevan. ¿Es un tema? No parece. Es una larga introducción, más larga que cualquier otra escrita hasta ese momento. (Beethoven ya tenía el record de haber escrito la introducción más corta de la historia y ahora tiene el de la introducción más larga). Nos está despistando, nos está preparando para contarnos el chiste. En esos primeros minutos va generando tensión, hasta que de repente, todo se apaga (4:10 en el video). ¿Qué está pasando? Ahora sí, es el momento en el que empieza la apoteosis. Nos despistó para que pensáramos que la obra era una cosa, pero después nos mostró otra.
Sinfonía N7 en La mayor, op. 92 (1812)
Ludwig van Beethoven (1770-1827)
Cerca del final del primer movimiento tenemos uno de los grandes momentos de la sinfonía, la disonancia repetida en los bajos (13:04 en el video).
Hay un asunto muy estudiado en la Séptima que consiste en el juego que desarrolla Beethoven entre las diferentes tonalidades que usa. Muy lejos de analizarlo en profundidad, sólo voy a mencionarlo. La sinfonía está en la menor, pero que en ocasiones se va hacia la fa mayor y el do mayor. El segundo movimiento en lugar de ser en la mayor es en la menor. El tercer movimiento termina en fa mayor y el cuarto empieza con un acorde de mi mayor.
La era de la velocidad
La elección del tempo es un asunto muy delicado en la Séptima. En muchos pasajes, los tempos muy lentos no funcionan, y los muy rápidos tampoco. Cada momento tiene un tempo muy particular, muy difícil de conseguir. Incluso hay quienes aseguran que Beethoven escribe tempos demasiado rápidos para generar cierta incomodidad en el oyente, como si quisiera que esa incomodidad te obligara a prestar más atención.
Por ejemplo, el segundo movimiento, que suele ser lento en el modelo sinfónico, en la Séptima está escrito “Allegretto”, o sea, moderadamente rápido. Aun así, muchas veces es tocado más lento. También, en el cuarto movimiento, tremendo, energético como pocos, en las versiones en las que se lo ejecuta muy rápido, pierde efectividad.
La Broma
Beethoven es quien cambió el Minué por el Scherzo en las sinfonías. El Minué es una danza del período barroco que logró sobrevivir durante el clasicismo ganando un lugar en el tercer movimiento de las sinfonías. El Minué es una manera de ordenar el material sonoro. Originario de la danza, tiene ritmo ternario y está dividido dos partes: la primera es el Minué (A) propiamente, en el que participa toda la orquesta; la segunda es el Trío (B), en la que originalmente participaban sólo tres instrumentos (o cuatro, según la ocasión y la manera de contar los instrumentos), pero que en clasicismo era suficiente con que fueran menos instrumentos para establecer un contraste con el Minué. Así, el contraste principal entre el Minué (A) y el Trío (B) es la cantidad de instrumentos, y en general, a mayor cantidad de instrumentos, mayor intensidad de la música, y viceversa. El Minué de una sinfonía se supone que debe tener una forma A B A, o sea Minué, Trío, Minué.
El Scherzo que propone Beethoven en reemplazo del Minué es parecido en muchos aspectos: mantiene el ritmo ternario y la forma A B A, pero le saca la relación con la danza: es más rápido y menos predecible, ya no se puede bailar. Por cierto, scherzo significa “Broma” en italiano. Beethoven no busca bailar con el cuerpo, quiere bailar con el espíritu, quiere jugar.
Me interesa que prestemos atención al tercer movimiento de la Séptima, el Scherzo. No deberías tener mayores problemas en distinguir la parte A, de la B, lo que estaría cerca del Minué, y lo que estaría cerca del Trío. Te das cuenta por la cantidad de instrumentos que participan. ¿Podés reconocer la forma?
(Espero a que escuches)
Beethoven extiende su Scherzo del tradicional A B A a un A B A B A, o sea, lo hace bastante largo. ¿Nos quiere aburrir?
Ahora que lo reconocés, te recomiendo que busques varias versiones y prestes atención a los tempos, quiero que escuches cómo juega, como sorprende, y que elijas las versiones con los tempos que más te gustan. Las partes A son rápidas, o muy rápidas. Para las partes B, Beethoven pide una velocidad “Assai meno presto”, que quiere decir “Mucho menos rápido”, aunque nadie sabe muy bien qué significa. ¿Cuánto es “Mucho menos rápido”? Escuchá las distintas versiones, vas a notar grandes diferencias. Elegí la versión que más te guste.
Ahora sí, el chiste
Beethoven sabe que el tercer movimiento dura más de lo que se espera que dure, en lugar de ser A B A, es A B A B A. Escuchá los últimos segundos y vas a notar que, por un momento, nos hace creer que vamos a tener un nuevo B, como una amenaza a que va a seguir así por siempre, pero rápidamente termina el movimiento con 5 acordes.
Muy gracioso, Herr Beethoven, muy gracioso.