Una historia
Por Ignacio Manzo
En 1939, un equipo arqueológico encontró una pequeña escultura de 29,6 cms de alto en Alemania, en la cueva de Hohlenstein-Stadel. La escultura está hecha en marfil de mamut, tiene y data de hace 32.000 años; es una de las esculturas más antiguas conocidas. Se la llamó Hombre León (en alemán: Löwenmensch) porque representa a un ser humano con cabeza de león.
La pregunta central es:
¿Por qué una persona que vive al borde de la subsistencia, cuyas principales preocupaciones son encontrar comida, mantenerse abrigado, el fuego encendido, y protegerse de los depredadores; dedica meses a crear una escultura?
Respuesta posible:
Existe una relación entre los humanos y las cosas que no se ven, con las fuerzas vitales de la naturaleza; nosotros necesitamos conocerlas, explorar, entenderlas, para propiciar la supervivencia. Me animo a decir que esa relación no ha cambiado.
Hace 32.000 años, los homo sapiens daban la misma importancia a conseguir comida, abrigo y protección que a la materialización de entidades generadas por el contacto entre la realidad y la mente en su imaginación. Para sobrevivir, los humanos necesitamos tanto de las condiciones materiales como de comprender el entorno en el que existimos. Desarrollar la imaginación nos hace bien, nos permite ser más creativos, nos ayuda a entender la vida. Es algo que no cambia con el tiempo, a nivel especie (miles de años), y a nivel individual (durante toda la vida de cada uno de nosotros).