Estamos construyendo un mundo horrible
Hace unos días me comentaron acerca de unas actividades organizadas por una corporación de primer nivel internacional, para lograr coordinar a sus empleados. Alinearlos, es el término más preciso. Había exposiciones de especialistas en recursos humanos, activaciones con percusión, actividades de Team Building, y mucho más.
He trabajado en este tipo de actividades, y debo decir que hay de todo. Hay cosas muy buenas y cosas no tan buenas. A veces, las corporaciones parecen comprar capacitaciones carísimas sólo para mostrar que están haciendo algo, no importa qué.
En el caso de hace unos días, en esta corporación, me compartieron algunas imágenes. Entre ellas, hay una en la que un experto en recursos humanos explica a los empleados cómo ir del caos al orden. En la presentación, el Caos está representado por un garabato, que termina en una línea, que representa al Orden.
No me cierra…
Pensemos en la relación entre caos y orden, a partir de algunos ejemplos musicales.
Concierto de Brandenburgo N4 en sol major
Johann Sebastian Bach (1685-1750)
Durante la última década del siglo XVIII, Joseph Haydn hizo dos viajes a Londres, donde fue tratado como una celebridad, y donde compuso obras muy destacadas. Una de esas obras es el oratorio La Creación, basada en el libro Génesis, de la Biblia. En el Génesis, el mundo surge a partir del caos. El mudo es el Orden, y el origen es el Caos. Escuchen el caos de Haydn, el caos “clásico”.
La Creación (1798)
Joseph Haydn (1732-1809)
Sigamos adelante. En 1824 Beethoven estrena su novena sinfonía, que, de alguna manera, se podría que “trata acerca de” la problemática de la sociedad contemporánea. En un principio, hay caos. Así representa Beethoven el caos, en el comienzo de la Novena:
Sinfonía N9 en Re menor, opus 125 (1824)
Ludwig van Beethoven (1770-1827)
En 1896, Richard Strauss estrena el poema sinfónico “Así Habló Zaratustra”, basado en el libro de Friedrich Nietzsche. El poema sinfónico comienza con el Amanecer.
Durante los primeros segundos se escucha un do muy grave, muy profundo, como rugoso, que surge de las entrañas de la orquesta. Ese un caos desde donde va a surgir algo nuevo.
Thus Spake Zarathustra, Op. 30 (1896)
Richard Strauss (1864-1949)
Para ir terminando, Gruppen, de Karlheinz Stockhausen, estrenada en 1955. Son 3 orquestas (con 3 directores); el público se ubica en el centro. ¿Cómo estamos en relación al caos y el orden?
Gruppen (1955)
Karlheinz Stockhausen (1928-2007)
Ahora, algunas conclusiones mías:
En música, en principio, el caos no existe. Hay diferentes maneras de representarlo, algunas más simples, otras más complejas, pero siempre hay algún tipo de parámetro ordenador.
Bach es muy complejo, con muchas melodías que se entrecruzan y que se responden, pero el ritmo es regular, siempre avanza. El tiempo es ordenador.
Haydn representó el caos que le permitía su concepción clásica de la música; nuestros oídos del siglo XXI ya no relacionan ese fragmento con el desorden.
Beethoven es otra representación del caos, mucho más cercana a nuestra sensibilidad.
Richard Strauss, como Beethoven, concibe un caos que contiene el arjé, el principio de todo, la semilla desde la cual surgirá el universo ordenado.
La música de Stockhausen, por muy caótica que parezca, tiene un orden muy preciso.
Entonces ¿hay otra posibilidad? ¿Puede haber música en el caos?
¿No? Tal vez no la toleremos, tal vez sólo querramos alejarnos del caos, usar nuestros sentidos y nuestra mente para ordenarlo.
Pero también tenemos a John Cage, alto, flaco, a quien muchos toman por humorista (ver Water Walk – John Cage, de 1959)
En el verano de 1952 se estaba desarrollando un festival de música contemporánea en Woodstock, Nueva York. John Cage había estado desarrollando durante varios años su obra 4’33″. El 29 de agosto llegó el momento de estrenarla; el reconocido David Tudor sería el encargado de ejecutarla al piano. Era una noche tormentosa, el público estaba preparado para escuchar música nueva. David Tudor se sentó al piano y, para señalar el comienzo de la obra, cerró la tapa del piano.
Parece un chiste. Cuatro minutos y treinta y tres segundos de silencio. De nada. Dejemos que John Cage nos cuente acerca de 4´33¨: “Yo sentía, y esperaba haber llevado a otras personas a sentir, que los sonidos de su entorno constituían una música más interesante que la música que oirían si asistiesen a una sala de conciertos”. En relación al estreno de la obra dice: “Durante el primer movimiento, se oía el viento que soplaba en el exterior; durante el segundo, las gotas de lluvia empezaron a repicar sobre el tejado. Pero durante el tercero, las propias personas emitieron todo tipo de sonidos interesantes, mientras hablaban o se encaminaban hacia la salida”.
4´33¨es una obra polémica, genera rechazo. Incluso hay quienes aseguran que no es música. No vamos a entrar en esa discusión ahora, quiero seguir en el eje Caos versus Orden. Una de las propuestas de 4´33¨ (tiene muchas) es que escuchemos los sonidos que surgen a nuestro alrededor, y que los disfrutemos. “Eso no es música”, dicen muchos, “no hay nadie que ordene los sonidos; la música es (levantan el dedo índice y afirman con autoridad) sonidos ordenados en el tiempo; ordenados.” Los sonidos que nos rodean son caóticos, son ruido.
¿Lo son?
Tal vez, el desafío de 4´33¨es que sea el oyente quien intente encontrar un orden en esos sonidos caóticos. Tal vez el caos sea tan sólo una apariencia.
O tal vez tengan razón, el caos es sólo caos y no hay manera de ordenarlo. Entonces, ¿qué hacemos? Es muy peligros acercarse al caos ¿Lo encerramos en una habitación alejada y nos deshacemos de la llave? Bueno, no creo que sea una opción.
Tenemos que aprender a convivir con el caos, debemos tratar de ordenar algunos de sus fragmentos, disfrutarlo y, en última instancia, abrazarlo, para aprovechar y aprender de su riqueza.
Por todo esto, si viene cualquier experto a transformar un garabato en una línea, desconfía. El problema no se soluciona emparejando a los individuos; tal vez eso sea lo más sencillo, pero el costo, para el individuo, es muy alto. Hay que generar contextos de convivencia, en el que las instituciones puedan aprovechar ese supuesto caos. Es un poco más difícil para la institución, pero trae mayores beneficios. Es una pena que se desperdicien los garabatos; estamos desaprovechando recursos todo el tiempo.
Sucede en las corporaciones, pero también en muchos otros ámbitos. No siempre podemos luchar contra esta igualación artificial, pero debemos estar atentos.
Yo me quedo con el garabato.