Cómplices con el universo
La Quinta de Beethoven
La vida no es tan ordenada como nos gustaría, tenemos que amigarnos con la idea de que estamos rodeados por la incertidumbre y el desorden.
Si bien las 9 sinfonías de Beethoven están ordenadas en relación al momento en que fueron estrenadas con el número con el que se las conoce, no se puede decir lo mismo en cuanto al orden en que se fue desarrollando el proceso creativo de cada una de ellas. Es como si el compositor tuviera una caja llena de ideas y va sacando de ella lo que necesita para cada composición. Por ejemplo, la Novena Sinfonía fue estrenada en 1824, 12 años después que la Octava, pero el proceso creativo comenzó mucho antes.. Se sabe que ya en 1793 Beethoven declaró en una carta que quería musicalizar el poema de Alfred Schiller “Freude” (el Himno a la Alegría). O sea, ideas previas a la composición de su primera sinfonía (1800) aparecen en la última. También se puede rastrear elementos de “Freude” en su Fantasía Coral de 1808, en 1811 empezó a manipular los primeros versos del Himno a la Alegría y en 1817 empezó a bosquejar temas que aparecerían en el primer, segundo y cuarto movimiento de la Novena. La vida no es tan lineal como quisiéramos.
Volvamos a donde estábamos. El mes pasado disfrutamos del humor de Beethoven en su Tercera, hoy deberíamos pasar a la Cuarta, pero, con la perspectiva que nos dan dos siglos de distancia, me gusta más seguir la cronología de la concepción de las obras y no la de sus estrenos. La mayor parte de lo que hoy conocemos como la Quinta es previo a la concepción de la Cuarta.
Atención con la cronología.
Los primeros bosquejos de lo que hoy conocemos como la Quinta, son de un año después de terminada la tercera. Beethoven estaba de vacaciones invitado en la casa de verano del príncipe Karl Lichnowsky. Tenía allí una habitación tranquila, con un piano, un escritorio, y papel.
El conde Franz von Oppersdorff, amigo de Lichnowsky había asistido a un recital privado de la Segunda sinfonía e inmediatamente le encargó Beethoven una nueva sinfonía “similar” a la que tanto le había gustado.
Como la paga era muy buena, Beethoven aceptó. Su primera intención fue entregarle la Quinta, pero el conde Lichnowsky ya sabía que era el dedicando de esa sinfonía (junto con el conde Andrey von Razumovsky), por lo que Beethoven tuvo que ponerse a trabajar en una nueva. Por unos meses suspendió la composición de la quinta y se dedicó por entero a la que hoy conocemos como su Cuarta.
Entonces, repasemos: Beethoven termina la Tercera; un año más tarde empieza a componer la quinta; le llega un nuevo encargo con la Quinta en estado avanzado, la deja de lado por un tiempo y compone la cuarta.
Desde mi punto de vista, la cronología de las sinfonías de Beethoven es: Tercera, Quinta, Cuarta, Sexta.
Dicho todo esto, dejamos para el mes que viene, la Cuarta, vamos a reírnos con la Quinta.
Cómplices con el universo
La Sinfonía N5 en do menor, op. 67 de Ludwig van Beethoven fue estrenada en Viena en el concierto más memorable de la historia (ya hablaremos de él) el 22 de diciembre de 1808.
Vamos directo al detalle de hoy, que ocurre en la recapitulación del primer movimiento. El primer movimiento está compuesto usando la forma Allegro Sonata (ver ¡No otra vez! La forma Sonata Alegro) y para que se ubiquen, la exposición comienza con el famosísimo Ta Ta Ta Taaaa. Ese comienzo es un unísono de todas las cuerdas con el clarinete.
Toda la exposición va de 0:56 – 3:49, incluyendo la repetición.
Luego viene el desarrollo hasta 5:11 en donde empieza la recapitulación (una especie de conclusión, o de síntesis).
Tenemos el Ta Ta Ta Taaaa, e inmediatamente después, notamos la aparición de un oboe con una melodía que flota sobre las cuerdas en conflicto; cuando se detienen, el oboe sigue con un solo melancólico (5:39). ¿Qué hace ese oboe ahí? Está interrumpiendo la recapitulación, no debería estar ahí. ¿Por qué puso Beethoven un solo de oboe en medio de la recapitulación de su sinfonía más importante hasta el momento? Se ha especulado mucho, una posibilidad muy simpática es que el oboe de la Filarmónica de Viena era ejecutado por una mujer y Beethoven quería seducirla, pero sería poco serio. En realidad, no importa la razón, no es necesario que haya una razón para todo; la realidad nos golpea y a veces no podemos explicarlo.
El oboe en la recapitulación es un momento único, inexplicable, y uno lo disfruta con una sonrisa, por un instante cómplice de un universo incierto.