Beethoven, ¿el músico más gracioso de la historia?
Siempre quiero hablar de la música de Beethoven, y siempre recibo comentarios de agradecimiento cada vez que lo hago, pero tengo un problema con Beethoven: es gigante, es inabarcable. Beethoven es un artista descomunal, que cambió la historia de la música hace 200 años, y su influencia aún hoy está vigente.
Entonces, ¿qué puedo decir de Beethoven que no me obligue a escribir durante meses? Se me ocurrió una idea. Beethoven, a pesar de la imagen que tenemos, era un tipo con mucho humor, al menos en su música. Entonces, me desafié a encontrar y contar mensualmente en el Kit, los chistes que incluyó Beethoven en sus sinfonías. Serán 9 meses, con las 9 sinfonías, y es un desafío porque no estoy seguro de poder encontrarlos en todas ellas, pero ustedes sabrán comprender.
Entonces, sin más vueltas, empecemos por su primera sinfonía.
Los 1800s empiezan con la primera obra de la serie sinfónica más importante de la historia. ¿Quién podía imaginarlo que se vendría? ¿Cómo imaginarlo? Beethoven postergó todo lo que pudo su entrada en el universo de la sinfonía, sabía que sería comparado con los grandes maestros que lo precedían, Wolfgang Mozart y Joseph Haydn. Esa primera sinfonía tendría que ser su mejor trabajo, tendría que impresionar a los difíciles vieneses, no podía dar ni medio paso en falso.
“Vamos Luigi, piensa, ¿cómo podemos empezar esta sinfonía? Es importante. Piensa Luigi, piensa”. Me gusta jugar a que estoy en la mente del genio musical más grande de la historia.
Sinfonía N1 en do mayor, op. 21 (1800)
Ludwig van Beethoven (1770-1827)
¿Qué hizo Beethoven? Su primera sinfonía empieza con el final. Tres finales en realidad. Comienza con un primer acorde que, aislado, podría ser el previo al final de una obra, y el segundo acorde podría ser el último de una obra. Escuchen sólo los primeros dos acordes. Suenan al final. Escuchen los siguientes dos acordes y suenan a otro final; lo mismo que los siguientes dos acordes.
Beethoven comienza su serie sinfónica con un chiste.
Segunda broma.
Hay más. ¿Por qué hacer un solo chiste cuando puedo hacer dos? El cuarto movimiento comienza con un gran acorde, solemne, importante. El acorde está diciendo “es el final de la sinfonía, escuchen con atención porque el desenlace debe estar a la altura”. Voy a dejar que el musicólogo Antony Hopkins lo cuente citando su libro Las Nueve Sinfonías de Beethoven: “Impresionante es la palabra para el gesto del comienzo del finale, una gran sol en unísono de toda la orquesta, sostenido con un sonido completo. Después de semejante comienzo, grandes eventos deben seguir; pero, de hecho, descubrimos que el gran unísono es un gran engaño cuando un rebaño de principiantes inseguros que hacen sonar instrumentos que les resultan poco familiares. Los primeros violines hacen intentos de tocar una escala, avanzando de a una nota por vez. Parece ser que un director llamado Türk, director de la Sociedad Musical de Halle, en tiempos de Beethoven omitía el pasaje porque sentía que haría que la audiencia riera. No podía creer que un juego para bebés podría aparecer en una sinfonía, pero Beethoven sí estaba jugando. Haydn hubiera entendido el chiste, habiendo hecho él también el mismo tipo de broma.”
Beethoven es el músico capaz de revolucionar la historia de la música, el que se niega a caer en convencionalismos que interfieran entre su alma y su música, pero también era un hombre que se divertía y que supo mejor que nadie cómo jugar este juego.
Seguimos el mes que viene.