¡Basta de versiones, queremos obras nuevas!
Crear, crear y crear, ese es el mejor consejo que puede adoptar quien quiera ser más creativo (leé acerca de esto en ¿Cómo ser más creativos?), pero hay otros peligros.
El Efecto Zeigarnik
¿No sería genial poder elegir qué cosas recordar y qué cosas olvidar?
Parece ser que hace más de 90 años, la psicóloga Bluma Zeigarnik hizo un descubrimiento que, aunque discutido, sus conclusiones pueden resultarnos de mucha ayuda para ser más creativos.
Como decía, la psicóloga Bluma Zeigarnik estaba en un bar y notó que los mozos tenían muy buena memoria para los pedidos de los clientes, pero sólo hasta que eran pagados. En 1927 publicó un estudio explicando que, ante la aparición de una tarea, se genera en la mente una tensión que facilita el acceso a cierta información relevante. La tensión cede una vez que la tarea ha sido completada y esa facilidad para acceder a cierta información, la perdemos.
A partir de este descubrimiento, se crearon técnicas para memorizar mejor, planeando los descansos en las horas de estudio previas a un examen.
¿Qué pasa cuando estamos creando?
Hay diferentes formas de trabajar, desde trabajar hasta un punto, y cortar dejando algo pendiente desde donde seguir al otro día; hasta trabajan hasta completar el plan de la jornada y, al día siguiente, comenzar con un nuevo plan. Las posibilidades son infinitas, pero hay algo que se debe tener claro: las obras se terminan; las obras inconclusas pueden ser un peso demasiado grande como para estar arrastrándolas durante años.
No mires atrás
Entonces, hay otra manera de interpretar los datos del Efecto Zeigarnik:
No podemos conseguir tener la mente fresca para crear hasta no haber terminado con cualquier creación anterior.
Así, las creaciones que avanzan, se terminan. Si no avanzan, se descartan. Si realmente son valiosas, pero no es su momento, se toma registro de todo el trabajo realizado y se guarda en un cajón hasta que llegue el momento correcto. Es importante tomar registro, para poder quedarnos tranquilos que no necesitamos recordar nada, y así cerrarlas en un cajón seguro.
El Pájaro de Fuego Extracto (1910)
Igor Stravinski (1882-1971)
Los grandes compositores y sus revisiones
Aunque el genio de los grandes compositores parezca estar en otra galaxia en relación al nuestro, analizar la forma en que se relacionan con el Efecto Zeigarnik puede ser muy útil.
Hay compositores que guardan sus ideas durante años, incluso décadas: Ludwig van Beethoven (1770-1827) empezó a planear su Novena Sinfonía, por lo menos, hacia 1797, y la terminó en 1824. Necesitó escribir ocho sinfonías hasta poder concretar su deseo artístico de ponerle música al poema de Friedrich Schiller “Oda a la Alegría”. Igor Stravinsky (1882-1971) estrenó El Pájaro de Fuego, estrenada en París en 1910, la obra que hizo que el mundo empezara a prestarle atención al joven compositor de 28 años. Por varias razones, la obra revisada y re versionada varias veces: primero fue un ballet, luego Stravinsky la convirtió la obra en una suite (para separarla del ballet y hacer más accesible su presentación) en 1911, luego publicó una revisión en 1919, y luego, la última en 1945 (sí, 35 años después de su composición).
Stravinsky tiene muchas obras a las que les hizo revisiones muchos años después de su estreno original; y no es el único: Jean Sibelius, Franz Liszt, Charles Ives y Anton Bruckner, por nombrar solo a algunos, también hicieron varias revisiones de muchas de sus obras.
La Solución Rusa
Mi propuesta es que logres cierta distancia afectiva con tus creaciones, que sepas que terminar una obra es adquirir recursos que vas a saber usar mejor la próxima vez. En definitiva, te propongo que pienses tu obra como Dmitri Shostakovich (1906-1975), que declaró en el New York Times en octubre de 1959: “El artista creativo trabaja en su siguiente composición porque no está satisfecho con la anterior.”