Amigate con tus contradicciones
¿Sos fiel a tus ideas? ¿Actuás de acuerdo con la forma en que pensás? Según el antropólogo David Berliner, los humanos somos muy buenos detectando las contradicciones de los otros, pero nos cuesta mucho (muchísimo) encontrar las propias. Sin embargo, las tenemos, y no son pocas.
Su hipótesis es que las contradicciones son necesarias para la creatividad intelectual: mientras muchos luchan por mantener un sentido de unidad psicológica, las contradicciones producen brechas desestabilizadoras en el yo. Es posible que la creatividad sea una manera de resolver estas brechas. Dice: “Tal vez el arte, la literatura, la ciencia o la filosofía, no sería posible sin contradicciones intrapersonales y el deseo de resolverlas.”
El artículo termina con 4 “capacidades negativas” que todos necesitamos para convertirnos en seres humanos maduros. Las primeras tres que fueron explicadas por el psicoanalista Adam Phillips: debemos tener la experiencia de ser una molestia, la experiencia de perdernos y tenemos que sentir que uno no es súper-poderoso. David Berliner añade la cuarta capacidad negativa: descubrir y aceptar nuestras contradicciones.
¿Qué hay de cierto? Desde un punto de vista técnico, la música (tal vez todo el arte en general) trabaja con los contrastes. Las diferencias generan tensiones que generan movimiento. El primer grado de la escala mayor es el reposo, el quinto grado, es el dominante, es la tensión. En otro nivel, aunque no muy lejano, la forma sonata confronta ideas opuestas y genera un espacio para que se enfrenten, para llegar a una conclusión en la recapitulación. También tenemos la idea de Repetición, Variación y Contraste, que es central para la música.
Pero en este caso quisiera pensarlo desde el punto de vista que propone David Berliner, desde las contradicciones en la persona que crea. Esas tensiones crearían tensiones que, de alguna manera, llevan a la creación, a la acción.
Tchaikovski y las contradicciones
Creo que un buen ejemplo que podría ayudar a ejemplificar esto sería Tchaikovsky.
Piotr Ilich Tchaikovski nació en Vótkinsk, Rusia, en 1840, y murió en San Petersburgo en 1893.
Antes de seguir, te recomiendo que escuches (al menos) los primeros minutos de su Concierto para Violín en Re Mayor, opus 35 de 1878.
Concierto para Violín en Re Mayor, opus 35 (1878)
Peter Ilyich Tchaikovsky (1849-1893)
La música rusa
El Conservatorio Estatal de San Petersburgo fue fundado en 1862 por el pianista, director y compositor Antón Rubinstein, que había desarrollado su carrera en Alemania, en contacto con figuras como Felix Mendelssohn, Giacomo Meyerbeer y Franz Liszt. Al fundar el conservatorio, planeaba dar a Rusia una música que siguiera el ideal occidental.
Por otro lado estaban los nacionalistas del Grupo de los Cinco: Mili Balákirev, César Cuí, Modest Músorgski, Nikolái Rimski-Kórsakov y Aleksandr Borodín, que quería una música rusa auténtica, basada en las raíces de su patria.
En medio de este debate, el joven Tchaikovsky comienza sus estudios en el recién fundado Conservatorio San Petersburgo y queda en el medio de las dos corrientes. Por momentos era rechazado por el Grupo de los Cinco por su excesivo academicismo, después era repudiado por Rubinstein en el conservatorio, por no ser capaz de escribir en forma de sonata, entonces era abrazado y festejado por el Grupo de los Cinco que creían, por un momento que era “uno de los nuestros”.
Hoy le diríamos “Tranquilo Piotr, tu música no necesita ser en forma sonata, relajate, esa debe ser tu fortaleza”, pero sabemos que Tchaikovsky sufría, él se lamenta en sus cartas que no es capaz de escribir música como establece el modelo occidental.
Así tenemos, entonces, el primer campo de contradicciones, el panorama musical dividido entre dos formas extremas de crear música. Tchaikovsky un poco toma el camino del medio, y un poco hace lo que puede.
Segundo espacio de enfrentamiento, su homosexualidad
Hay quien asume su condición sexual con más naturalidad y hay quien la asume de una forma más traumática, y mucho tiene que ver el contexto. Hay épocas y lugares mejores, y hay épocas y lugares peores para ser homosexual. La Rusia zarista de la segunda mitad del siglo XIX no es el contexto más liberal en el que se pueda pensar y Tchaikovsky la pasó muy mal. En sus cartas cuenta a su hermano Modest que su homosexualidad es algo que le impide alcanzar la felicidad, entonces se le ocurre que la solución es casarse. Error; termina con un ridículo intento de suicidio, separado y tomando unas vacaciones en Suiza para calmar los nervios.
Lo que nos importa de todo esto es si podemos escuchar algo de este conflicto en su música. Si estuviste escuchando el Concierto para Violín, volvé a escucharlo desde el principio, y prestale atención al violín solista. Las melodías son muy líricas, delicadas, casi “femeninas”, en el sentido antiguo del término, pero por momentos hay algún gesto musical mucho más fuerte, brutal, “masculino”.
Es como si en ese violín escucháramos el ser más delicado de Tchaikovsky, que se olvida por un momento de hacer juicios valorativos acerca de qué es lo que es socialmente aceptado y qué no lo es. Hasta que se da cuenta, entonces piensa que alguien puede darse cuenta, e intercala algún gesto fuerte, de hombre, no vaya a ser que piensen mal.
El Concierto para Violín es una obra maravillosa, y sin estas contradicciones no hubiera sido posible.
Para terminar, muy brevemente, la Cuarta Sinfonía en Fa menor, Op. 36 de 1878. Según el programa que prepara Tchaikovsky para su amiga epistolar Madame Nadezhda von Meck, su Cuarta es equivalente a la Quinta de Beethoven en su lucha contra el destino. En el caso de la Quinta, claramente Beethoven puede superar al destino, consigue que la oscuridad se transforme en luz. En el caso de Tchaikovsky, no lo supera: «el poder fatal que impide que uno alcance la felicidad … No hay nada que hacer sino someterse y lamentarse en vano«. Para Tchaikovsky uno debe contentarse con la felicidad de las personas simples, que son ignorantes.
Ahí está la diferencia entre Beethoven y Tchaikovsky; Beethoven es dueño (o eso intenta y muchas veces consigue) de su destino, Tchaikovsky vive a merced de lo que pueda sucederle.
Conclusión
Tal vez, lo más mágico del arte resida en que no sólo sea una manera de trabajar sobre las contradicciones de quien lo crea, sino que también en las contradicciones de quién lo recibe. Tchaikovsky estaba lleno de contradicciones, y las sufría, y se escuchan en su música. Beethoven de ninguna manera era menos creativo y lidiaba con sus contradicciones de manera distinta. ¿El resto de nosotros? Estemos atentos, es probable que por algún lugar nuestras contradicciones salgan. Que sea de manera creativa, es lo más sano.
Aclaración
Esta descripción de Tchaikovsky es un resumen muy breve, quien esté interesado en un poco más, puede escuchar los dos episodios del podcast El Arte de Escuchar que grabamos con Fernan Doy acerca de Tchaikovsky.
Sinfonía N4 en Fa menor, Op. 36 (1878)
Peter Ilyich Tchaikovsky (1849-1893)
Concierto para Violín en Re Mayor, opus 35 (1878) Peter Ilyich Tchaikovsky (1849-1893)